(2Cor 5, 14-21 / Sal 102 / Lc 2, 41-51)

Hoy conmemoramos el corazón inmaculado de María, celebración que nos invita a reconocer la total apertura a la acción de Dios que siempre tuvo en su vida, lo llena que está del amor de Dios y el amor que nos tiene. Se nos invita concretamente a reconocer la gran intercesora que tenemos en el cielo.

¿Valoras a María como nuestra madre y como nuestra gran intercesora? En el Evangelio, hemos encontrado una frase que nos demuestra que quien confía en Dios no es impulsivo ni desesperado; Tanto José como María, no entendieron las palabras que Jesús les dice cuando lo encuentran, supieron aceptar el misterio en ellas, después el Señor volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. «Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas».

¿Cuántas cosas hay en tu corazón? ¿Ya se las entregaste a Dios? María no callaba por represión sino por incomprensión, era más grande su confianza en Dios que en las cuestiones negativas o incomprensibles, pidamos a Dios que acreciente nuestra confianza en Él, que no olvidemos que “como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama”.

Señor, te amamos. Por la fuerza del Espíritu Santo haz que se nos note que creemos en ti, que hagamos vida nuestra fe. “En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo «pecado» por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos”. Dejémonos amar por Dios, no cerremos nuestros corazones a su acción. ¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!

(P. JLSS)