(1Re 12, 26-32; 13, 33-34 / Sal 105 / Mc 8, 1-10)

Dentro de las acciones que el rey Jeroboam realizará están la fortificación las ciudades de Siquem y Penuel para proteger el reino, y la rehabilitación santuarios antiguos Dan y Betel lugares venerados desde el tiempo de los patriarcas y los jueces, pero en este afán triunfalista, termina equivocándose por no tomar en cuenta a Dios crea un becerro de oro y abre las puertas al sincretismo religioso.

Este rey, en su error, «hace un becerro, un ídolo de oro… Cambiando al Dios que era su gloria por la imagen de un buey que come pasto», iguala al Dios de Israel a los “dioses” que veneraban los diferentes pueblos vecinos; cuando uno se deja distraer y no toma en cuenta a Dios, corre el riesgo de malinterpretar la realidad y sus de qué sus decisiones sean tomadas de acuerdo con esta malinterpretación.

No nos debemos desesperar, debemos tener siempre presente que Jesús está al pendiente de nosotros, que no se olvida. En el Evangelio escuchamos cuando dice: “Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos”. Y realiza el milagro de darles lo que necesitaban en ese momento.

Hagamos silencio, pidamos a Dios que nos dé el don de la paciencia para no desanimarnos ni desesperarnos tan pronto, recordemos que Él nos ofrece lo que necesitamos, el problema es que en ocasiones pedimos otras cosas ¿cuál es tu mayor necesidad en estos momentos? Pídele a Dios su luz para reconocer esto y su ayuda para no desanimarte.

(P. JLSS)