(Ez 37, 21-28 / Jer 31 / Jn 11, 45-56)

Un día antes del domingo de Ramos me gustaría que nos comprometiéramos a vivir la Semana Santa desde el deseo de experimentar nuevamente todo el amor que allí se encierra, no sólo desde la costumbre. No seamos semejantes a aquellos personajes que un día reciben a Jesús con ramos y vitores, y a los días están festejando que le maten como muchos en Jerusalén.

Para ser capaces de acrecentar nuestra fe en Jesucristo debemos pedirle al Espíritu Santo que nos dé la valentía para «purificarnos de todas nuestras iniquidades; renovar nuestro corazón y nuestro espíritu» como nos lo manda Dios por medio del profeta Ezequiel ¿De qué necesitas purificarte?

Entremos a esta Semana Santa con plena convicción de que Dios desea que se cumpla en nuestro interior su palabra “el que dispersó a Israel lo reunirá y lo cuidará como el pastor a su rebaño”. Dejémonos arrastrar por la fuerza de su amor que nos quiere acercar, no nos quiere dispersos…

Hagamos un compromiso personal con Dios, dejemos aquello que nos estorbe para vivir con apertura a esta experiencia anual de amor, conmemorar la inmensa generosidad del Señor no debe ser para nosotros una costumbre, no temamos la libertad. Que nuestro corazón sea el «Ramo» con el que le demos la bienvenida al Señor en nuestras vidas.

(P. JLSS)