La palabra de Dios continúa invitándonos a reflexionar acerca del estado de nuestros corazones y la apertura que tenemos a la palabra de Dios; ayer hablábamos acerca de quienes aman a Jesús y cómo deben vivir sin tantos miedos, hoy se nos habla de la fuerza de la esperanza.

En su saludo epistolar, san Pablo, reconoce a los colosenses su fe y el amor que tienen para con todos y, cómo les anima la esperanza de lo que Dios les tiene reservado en el cielo ¿Cuál es la esperanza que te da el llamamiento de Dios? ¿Has pedido al Espíritu Santo que te ilumine para lograr reconocer esto? (Cf. Ef 1, 18)

Quien cree en Jesucristo y en su obra salvadora debe ser consciente de que Dios ha sido demasiado generoso, aceptar su generosidad y vivir conforme a ella. Por lo tanto, no necesitará querer retenerlo como los personajes del Evangelio, ya que será consciente de contar con Él para hacer frente a lo que se presente.

Pidámosle a Dios, nuestro Padre, que fortalezca nuestra esperanza, que no nos dejemos engañar por el temor y que nos dejemos conducir por el Espíritu Santo, para siempre reconocer lo que Él ya ha hecho por nosotros. “Siempre te daré gracias, Señor, por lo que has hecho conmigo. Delante de tus fieles proclamaré todo lo bueno que eres.”

(P. JLSS)