(1Tes 2, 9-13 / Sal 138 / Mt 23, 27-32)
El lunes se les reconocía a los tesaloniceses su fe, su seguimiento basado en la esperanza; ayer, con la fiesta de san Bartolomé, recordábamos que el llamado de Jesús es siempre personal y misericordioso; hoy, toda la liturgia de la palabra nos invita a cuestionarnos acerca de nuestro seguimiento de Dios ¿qué tan auténtico es?
Por un lado tenemos este fragmento del Evangelio en el que Jesús llama a los fariseos «sepulcros blanqueados» por aparentar ser hermosos en lo exterior pero por dentro estar llenos de huesos y podredumbre. Sabemos que al Señor no le agradaban los hipócritas.
Por otro lado, en la primera lectura encontramos el reconocimiento que San Pablo hace de los tesalonicenses por hacer caso a la invitación que hace el Evangelio «a vivir de una manera digna de Dios, que los ha llamado a su Reino y a su gloria», no dice a preocuparse por “hacer mucho”, sino por vivir de acuerdo a aquello que se nos ofrece.
Por ello, Padre Santo, te pedimos que ilumines nuestra mentes para poner todo nuestro empeño en cumplir con tu palabra y vivir de acuerdo a ella. Te pedimos que grabes en nuestra mente y corazón que en “aquel que cumple la palabra de Cristo el amor de Dios ha llegado a su plenitud”. No queremos vivir de apariencias, sino en la libertad del amor y de la gracia.
(P. JLSS)
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