(2 Cor 9, 6-11 / Sal 110 / Mt 6, 1-6. 16-18)

«La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.» (CCE 1822) nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica; en pocas palabras, la caridad es la disposición a hacer el bien que nace del amor de Dios.

¿Qué produce el amor de Dios en tu interior? ¿Se manifiesta de alguna forma concreta? Jesús en el Evangelio no dijo “tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.” Porque si lo que buscamos es el reconocimiento o guardar las apariencias, en cuanto esto suceda, ya recibimos la recompensa.

Por ejemplo, siguiendo el Evangelio de este día, la limosna se da para compartir de lo que Dios me ha dado y cómo un ejercicio de confianza en la providencia; el ayuno, es para reconocer que nuestra mayor necesidad es Dios, nos privamos un tiempo de alimento para recordar esto; la oración, no es un acto para exhibirnos a nosotros mismos, es un acto de comunicación con el Padre que nos ama.

Revisemos nuestras motivaciones y pidamos a nuestro Padre celestial que nos ilumine para tener mayor claridad y rectitud en nuestro obrar. “Recuerden que el que poco siembra, cosecha poco, y el que mucho siembra, cosecha mucho. Cada cual dé lo que su corazón le diga y no de mala gana ni por compromiso, pues Dios ama al que da con alegría.”

(P. JLSS)