(1Re 18, 20-39 / Sal 15 / Mt 5, 17-19)

La frase del Salmo: “El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado jamás tropezaré.” debe recordarnos el ejemplo de nuestro Señor, en su resurrección ha quedado patente la verdad de esta frase.

Por ello hay que preguntarnos qué tan Grande y fuerte está nuestra fe, pedirle a Dios que nos ayude en aquello que nos esté atemorizando y que nos fortalezca con la fuerza de su espíritu para nunca rendirnos ni extraviar nuestra mirada de quien debe ser nuestro horizonte.

Que nuestro acercamiento a Dios, sea siempre como el del profeta Elías, quien en su oración no busca “chantajear” a Dios o probar a Dios, sino que desde su fe le pide a Dios que les muestre a los demás quién es, “Respóndeme, Señor, respóndeme, para que todo este pueblo sepa que tú, Señor, eres el Dios verdadero, que puede cambiar los corazones…”

Por ello acerquémonos ahora a Dios confiados en su poder, reconociendo la libertad que nos ofrece por medio de Jesucristo y digamosle: “Descúbrenos, Señor, tus caminos y guíanos con la verdad de tu doctrina”. Él no vino a abolir la ley sino a darle plenitud, es decir, que busquemos su sentido último siempre: la salvación de las almas, correspondiendo al amor que nos ha dado. No una esclavitud sin sentido.

(P. JLSS)