(1Re 17, 7-16 / Sal 4 / Mt 5, 13-16)

Que providencial es la palabra que hemos escuchado, justo después de celebrar Pentecostés en el que meditamos acerca del Espíritu Santo y cómo a veces le tenemos desaprovechado; y de que se nos recordó la poderosa intercesión de María por cada uno de nosostros; hoy la palabra nos invita a confiar en que Dios pone siempre pondrá los medios, de nosotros dependerá su aprovechamiento (cf. Rm 8, 28)

“Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor?…” ¿Qué te dicen estas palabras del Señor en estos momentos de tu vida? Escuchando el Salmo, a mí me invitan a prestar mayor atención y hacer silencio para reconocer su presencia y los medios que pone a mi alcance para no dejarme distraer por cuestiones secundarias.

La viuda de Sarepta, aún cuando se encuentra en un momento altamente desesperanzador, es capaz de creer en las palabras del profeta y confiar en que éste era enviado por Dios; si tu y yo decimos creer en Jesucristo y poseer ya el Espíritu Santo, nuestra confianza debe ser mayor.

Pidámosle a Dios Espíritu Santo que nos ilumine, “cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa”, permitamos que su luz nos llene para irradiar su luz a todos los que nos rodean, no queramos brillar nosotros porque le limitamos. “Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos…”

(P. JLSS)