(Hb 10, 11-18 / Sal 109 / Mc 4, 1-20)

Si haces una revisión de tu vida ¿podrías reconocer en ella frutos de la Palabra de Dios? Todos tenemos algunos… lo que sería interesante revisar es qué clase de terreno le estamos ofreciendo: ¿una vereda? ¿Un terreno pedregoso? ¿Uno espinoso? ¿Tierra buena?

Un terreno por más fértil que pudiera ser, si no se trabaja, puede llegar a ser hasta estéril, ya sea por descuido o por sobreexplotación. En la vida espiritual esto puede suceder por falta de contacto directo con la Palabra, es decir, oyéndola solamente sin permitir que nos confronte, o con un servicio excesivo a las estructuras sin contacto íntimo y profundo con el Señor y su palabra.

¿Ya hiciste oración hoy? ¿Ya leíste algún verso de la Escritura? ¿Ya hiciste un poco de silencio? Debemos revisar nuestra interior, dejar que la palabra nos confronte: “Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones… Yo les perdonaré sus culpas y olvidaré para siempre sus pecados.”

Padre, envía sobre nosotros el Espíritu de tu amor, haz que seamos capaces de aceptar la fuerza de tu gracia, que nos deje de preocupar cantidades (unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno), que lo único que nos preocupe sea convertirnos en tierra buena para tu amor y para tu gracia. Porque nadie puede compartir lo que no tiene.

(P. JLSS)