(Hch 8, 1-8 / Sal 65 / Jn 6, 35-40)

La voluntad de Dios es que todos nosotros nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad (cf. 1Tim 2, 4), Sólo quien confía realmente en su providencia es capaz de reconocer su bondad en medio de las dificultades de la vida. ¿Cómo anda tu interpretación de la realidad? ¿Eres capaz de ver más allá o te quedas sólo en lo inmediato?

Es bien interesante como la comunidad cristiana en medio de la persecución que sufría tras la muerte de Esteban, en lugar de achicarse frente a la amenaza, salieron de Jerusalén, sí, pero siguieron firmes en la fe. “Los que se habían dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio.” Aún en medio de la dificultad difundían su fe.

¿Qué situaciones en nuestras vidas podrían estar haciendo que nos alejemos del amor que Dios nos tiene? Las palabras que hoy lanza en el Evangelio nos deben confrontar: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen.” Si creemos en él ¿Por creemos tener tanta necesidad?

Aferrémonos a Jesús, a nada más. Creamos más en su palabra que en nuestra lógica muchas veces limitada por nuestros miedos. Pidamos al Espíritu Santo que fortalezca nuestra fe en las palabras de Jesús: “La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día”.

(P. JLSS)