(Jn 3, 1-10 / Sal 50 / Lc 11, 29-32)
Pensar en el inmenso amor que Dios nos ha manifestado en Jesucristo ¿Provoca algún sentimiento en ti? Cada cuaresma la Iglesia nos convoca a practicar con mayor intensidad la oración, el ayuno y la limosna como un ejercicio que nos ayude a erradicar de nosotros aquello que pudiera interferir nuestra experiencia de su amor.
Debemos de experimentar como dirigida a nosotros las palabras del profeta Joel:“Todavía es tiempo, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso.” Debemos trabajar para experimentar en nosotros esa misericordia en el misterio de nuestra redención.
La ciudad de Nínive debe servirnos de ejemplo de docilidad a la palabra de Dios, cuando el profeta le anuncia su destrucción, éstos se convierten, ponen en marcha una serie de actividades que en busca de evitar su destrucción. Traducido en nuestra fe, la cuaresma es una serie de actividades para no vernos privados el inmenso don que se nos ofrece en Jesucristo.
Volvámonos a comprometer con Dios, oremos con las palabras del Salmo: “Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.” Si Nínive se convirtió con la predicación de Jonás ¿en qué radicará nuestra falta de conversión? Creemos Señor, pero danos tu la fe que nos falta (Cf. Mt 9, 24).
(P. JLSS)
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