(Ex 14, 21-15, 1 / Ex 15 / Mt 12, 46-50)
Para lograr tener el corazón siempre abierto a la acción de Dios, debemos ejercitarnos en reconocer (y agradecer) lo que Él ha obrado en nuestras vidas, tener grabadas en nuestras mentes las palabras del salmo: “Alabemos al Señor por su victoria…” ¿te sigues impresionando por lo que Dios ha hecho en tu vida o ya te acostumbraste?
En la lectura del libro del Éxodo hemos escuchado cómo es el cuidado que Dios da cuando uno le obedece; el pueblo de Israel debía preocuparse de avanzar por el camino que Dios le había trazado entre las aguas, de los peligros que quedaban atrás Él se encargaría. Muchos de nosotros, no avanzamos mucho por andar viendo atrás.
Preocupémonos por actuar cada vez más conforme al amor que Dios nos da, dejemos que éste transforme nuestras vidas. De eso se trata. En el pasaje del Evangelio que hemos leído, encontramos cómo Jesús quiere dejar claro que los vínculos entre los ciudadanos del reino, superan por mucho los familiares, sociales, etc. por ello, si deseamos ser mejores debemos dejarnos amar.
Escuchemos al Señor que nos dice: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él”, se trata de dejarnos amar y confiar en el Señor que nos ha pedido avanzar. Abandonémonos al Señor y pongamos en Él nuestra mirada, dejemos el pasado a su misericordia, el presente a su amor y el futuro a su providencia.
(P. JLSS)
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