MARTES – SEMANA XI DEL TIEMPO ORDINARIO

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(1Re 21, 17-29 / Sal 50 / Mt 5, 43-48)

La historia de Jezabel y Ajab nos enseña que no basta con no hacer el mal, debemos procurar ser bueno, no solamente aparentar bondad. La gente que busca aparentar bondad a veces es más peligrosa que la que es considerada mala, porque no se conoce ni a sí misma y buscará nunca demostrar equivocación.

Esto precisamente le pasó a Ajab, quizá no mató directamente a Nabot, pero volteó para otro lado en lugar de evitar la injusticia, creyó que si deseos o criterios eran más valiosos e importantes que la justicia. ¿Cómo nos iría si Dios nos diera lo que merecen nuestros pecados? (Cf. Sal 103, 10) teniendo en cuenta la respuesta a esa interrogante debemos meditar en las palabras de Jesús: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.”

Solo quien reconoce la misericordia de Dios, su paternidad amorosa, podrá aceptar las palabras de Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.”

Se trata de aceptar que si a mí me ama Dios en medio de todas mis miserias y limitaciones ¿por qué no amaría al otro con las suyas? No nos dejemos distraer por nada, procuremos ser buenos y cambiar nosotros, Dios nos pedirá cuentas de lo que nosotros hagamos no lo de los demás. “Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.” Dios nos libre de todo pecado de omisión.

(P. JLSS)

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