(1Pe 1, 10-16 / Sal 110 / Mc 10, 28-31)

“Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte…” cuántos de nosotros nos habremos acercado al Señor con palabras semejantes, como si él no nos hubiera dado mucho, al no comprender la realidad le preguntamos sobre qué hemos ganado por seguirle.

Vale la pena cuestionarse sobre el valor que le estamos dando a la acción de Dios en nosotros, si estamos valorando este misterio como se merece, quien no reconoce no agradece. Quien no agradece la misericordia de Dios en su vida es es porque no la reconoce.

Fijémonos como es importantísimo esto, san Pedro exhorta a la comunidad a vivir conforme a lo recibido, como hijos que se saben amados: “Como hijos obedientes, no vivan conforme a las pasiones que tenían antes, en el tiempo de su ignorancia. Al contrario, así como es santo el que los llamó, sean también ustedes santos en toda su conducta…” ¿nos esforzamos por corresponder al amor que Dios nos ha dado?

Abrámonos al amor y a la gracia de Dios, de tal manera que nuestro reconocimiento de su acción crezca y nuestra esperanza se fortalezca. Él es nuestro Padre, contamos con su amor y auxilio, esto no depende de nosotros sino de que así es él. “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.” A veces para disfrutar más se necesita querer comprender menos, aceptar.

(P. JLSS)