(Hch 16, 22-34 / Sal 137 / Jn 16, 5-11)

Cada que escucho la frase del Señor: “…les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré.” Me gusta que nos cuestionemos si se nota que nos convino, porque si no se nota hay que abandonarse más al Espíritu Santo.

La liberación de Pablo y Silas de la prisión hace que su carcelero se convierta, la manifestación del poder de Dios en nuestras vidas provocará siempre un deseo de experimentar lo mismo, en aquellos que nos rodean, toda labor evangelizadora y toda cuestión de fe depende de Dios, no de nuestro esfuerzo.

Por ello debemos vivir confiados y aguardar a que Dios haga su obra sin desesperarnos, confiados en que Él nunca se olvida de nosotros. Hagamos memoria y traigamos a nuestra mente todas las bendiciones recibidas y digámosle: “Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor; siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor.”

No temamos nada que podamos estar viviendo, recordemos que esto puede ser una oportunidad para que aquellos que nos rodean se conviertan a Dios. abandonémonos al Espíritu Santo, con la confianza de que «cuando él llegue, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio…»

(P. JLSS)