(Is 1, 10. 16-20 / Sal 49 / Mt 23, 1-12)
Escuchar la palabra del Señor siempre nos llevará de una u otra manera a lo que nos invita el profeta Ezequiel: “Purifíquense de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu…” ¿tienes claro de que necesitas purificar tu corazón? Recordemos que donde tengamos nuestro tesoro allí estará nuestro corazón (Cf. Lc 12, 34)
El Señor en el Evangelio nos invita a poner mayor atención en lo que quiera decirnos Dios a través de sus diversos medios y evitar caer en la tentación de limitar su mensaje sólo por la persona o el medio que utilice para hacérnoslo llegar. “Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra.”
Escuchemos la voz de Dios que nos dice: “Aunque sus pecados sean rojos como la sangre, quedarán blancos como la nieve. Aunque sean encendidos como la púrpura, vendrán a ser como blanca lana. Si son ustedes dóciles y obedecen, comerán los frutos de la tierra. Pero si se obstinan en la rebeldía, la espada los devorará.” Dejémonos mover por su amor y por su gracia, más que por nuestros prejuicios.
Padre ayúdanos a reconocer tu misericordia y lo valiosos que somos para ti, al igual que lo es el otro, para no andar sintiéndonos superiores a nadie, sino hermanos. “Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”
(P. JLSS)
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