(1Jn 1, 1-4 / Sal 96 / Jn 20, 2-9)
Una vez celebrada la Navidad, dentro de la octava de la misma, la Iglesia nos invitará a reflexionar en varios temas: ayer, con la festividad de San Esteban se nos recordaba que habrá momentos en los que deberemos demostrar nuestra fe; hoy que celebramos al apóstol san Juan, se nos pide reconocer la verdadera humanidad y divinidad de Cristo.
“Les anunciamos lo que ya existía desde el principio, lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos…” Tanto en su Evangelio, como en sus cartas San Juan busca probar que Cristo es verdadero Dios, que en él encontramos la vida eterna y nos unimos al Padre por su medio.
La persona del apóstol san Juan debe ser para nosotros un ejemplo de cómo debemos vivir nuestra fe reflexionando más, sin aceleres que parecieran manifestar falta de fe, perseverando aún cuando en nuestro cerebro no esté todo claro. Dice el evangelio que ante la resurrección corrió, “llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró”. Muchas veces es preferible ceder que equivocarse por andar de acelerados.
Jesucristo se ha encarnado para demostrarnos la cercanía de Dios, su amor y el interés que tiene por nosotros, no queramos vivir nuestra fe de manera impulsiva, pidámosle a Dios que nos dé paciencia y fortaleza para perseverar aun cuando pareciera que no avanzamos. Recordemos que aún cuando la vida pública de Jesús fue muy breve y que la mayor parte de su vida pasó inadvertida no significa que fue infecunda. Dejemos todo en las manos de Dios y confiemos más en su voluntad.
(P. JLSS)
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