(2Tim 4, 9-17 / Sal 144 / Lc 10, 1-9)
“Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca…” cada que celebramos a algún santo, debemos reconocer cumplidas las palabras del Señor, pues ellos son personas que se dejaron amar de tal manera que prefirieron ser dóciles a Dios que a las amenazas del mundo.
Lucas trae hasta nosotros la predicación de San Pablo, además fue testigo de la firmeza del Apóstol y de cómo hasta las debilidades humanas puestas al servicio del Señor pueden ser testimonio para los demás como vemos en este fragmento de la carta a Timoteo en la que Pablo reconoce la compañía del Señor en medio de la traición:“La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron… pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas…”
La fe en Jesucristo nos debe hacer sentir profundamente amados y valorados por Dios, adoptados por un Padre que nos ama y está dispuesto hasta el extremo porque nosotros estemos bien, de nuestra parte está el dejarnos amar por Él, creerle más a su Buena Nueva que a nuestros complejos y fallas.
Contamos con Dios de nuestro lado así que no hay nada que temer, debemos pedirle al Espíritu Santo que fortalezca esta certeza en cada uno de nosotros para ser capaces de perseverar en la oración aunque las cosas parezcan imposibles y no olvidar que “Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.”
(P. JLSS)
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