(Col 1, 24-2, 3 / Sal 61 / Lc 6, 6-11)
Hace unos días escuchamos el inicio del capítulo seis del Evangelio de Lucas (6, 1-5), donde los discípulos cortaban espigas, las restregaban en sus manos y se las comían en sábado, que concluía con la afirmación de que «el hijo del hombre también es dueño del Sábado»; hoy, el Señor demuestra una vez más la superioridad que tienen la misericordia y la compasión frente a la mera ley mosaica.
Por ello Lucas pondrá enseguida en su evangelio el relato de la curación del hombre con la mano paralizada, en el que el Señor después de poner a esta persona en medio de todos los presentes les pregunta “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?” A la que nadie da una respuesta por no aceptar la razón del Señor. Marcos cuando cuenta esto dice que Cristo los miró como molesto y entristecido por la dureza de su corazón (Mc 3, 1-6).
¿Es que tienes puesta tu seguridad? ¿En tus criterios o en los divinos? Nosotros decimos creer en que en el designio de Dios, él “ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que este designio encierra para los paganos, es decir, que Cristo vive en ustedes y es la esperanza de la gloria” y quien a Dios tiene nada le falta. ¿Qué cosa te está haciendo dudar?
Padre, envía tu Espíritu Santo sobre nosotros para que fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza, que jamás olvidemos que contamos contigo y que así cómo has querido tener misericordia con nosotros, igual tenemos que hacer nosotros con nuestros hermanos. “Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el Señor: es mi baluarte y firmeza, es mi Dios y salvador.”
(P. JLSS)
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