(Gn 18, 16-33 / Sal 102 / Mt 8, 18-22)

Al encontrarnos con Jesús, lo primero que hemos de experimentar es que “el Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar… No nos trata como merecen nuestras culpas ni nos paga según nuestros pecados”. El Señor ama y, como todo amante, desea el bien del amado.

¿Eres capaz de reconocer a Dios enamorado de ti? Él desea nuestro bien, desea que vivamos libres de la esclavitud del pecado y de la muerte, debemos dejarnos amar por Él libremente, sin temor, confiando firmemente en su misericordia. En la primera lectura escuchamos cómo Dios no destruiría Sodoma por el bien de los buenos y siendo oportunidad para arrepentirse de los malos.

Por esa razón quien se encuentra a Jesús y desea seguirle, debe tenerle a Él como su mayor riqueza, su anhelo y su único interés, en el Evangelio escuchamos que dos personas querían seguir al Señor y él les aclara las exigencias del mismo, no habrá sólo comodidad y debe haber desprendimiento hasta de la propia familia.

En estos tiempos post confinamiento, debemos de volver a dejar que el amor y la gracia nos invadan completamente, volver a lo básico que es experimentarnos amados por Dios. Padre, concédenos por la fuerza de tu Espíritu, volver a Jesús y desgastarnos por conocerle más a Él, sabemos que todo lo puede y que vive y reina contigo, no queremos que sea pura teoría sino una certeza que nos sostenga. Que nada nos haga temblar.

(P. JLSS)