(Gn 4, 1-15. 25 / Sal 49 / Mc 8, 11-13)
Hemos comenzado la semana con la invitación a la responsabilidad, no se vale andar por la vida comparándonos sólo para justificar nuestras infidelidades o buscando a quién culpar de las mismas. Quien se quiere esforzar por ser bueno debe decir sí cuando es sí y no cuando es no, todo lo demás viene del maligno (cf. Mt 5, 37)
La lección moral del relato del asesinato de Abel es muy interesante, tras la insurrección del hombre contra Dios va a surgir la lucha del hombre contra el hombre, a la cual que se opone tajantemente el doble mandamiento en el que se resume la Ley, el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al prójimo como a uno mismo.
Tras el asesinato nos dice él Génesis que “el Señor le preguntó a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Caín le respondió: «No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?»” en medio de cualquier injusticia cometida por nosotros o por otros, la pregunta que Dios nos hace es la misma, qué tan dispuestos estamos para vivir la caridad va a depender de nuestra amistad con Dios. Si estamos enemistados con Dios ¿cómo veremos al otro como nuestro hermano? le terminaremos viendo con recelo.
Pidámosle a Dios la valentía de reconocer nuestras acciones y responsablemente acudir en busca de reconciliación (con Dios y nuestros hermanos); además, la capacidad de compadecernos con quien sufre injusticias y ayudarle. Que se nos note que nos sabemos amados por Dios, no vaya a ser que se nos pudiera reclamar “¿Por qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú que detestas la obediencia y echas en saco roto mis mandatos?”
(P. JLSS)
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