(Is 42, 1-7 / Sal 26 / Jn 12, 1-11)

Al comenzar la Semana Santa acompañamos a Jesús en su entrada a Jerusalén, en este hecho reconocemos su firme determinación por cumplir la voluntad del Padre. “Miren a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones”.

De su entereza debemos sacar un estímulo para perseverar en los momentos difíciles o incomprensibles, su compañía debería hacernos clamar “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”

Acerquémonos a Jesús con la confianza de la mujer del Evangelio, dejando de lado todo lo que los demás opinen de nosotros, que lo único que nos importe sea encontrarnos con el Señor confiando en su amor y en que él siempre nos aceptará cuando nos le acerquemos sinceramente arrepentidos.

“Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano; te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas.” Padre prepara nuestros corazones para acercarnos al misterio de nuestra redención con un corazón dócil a tu gracia.

(P. JLSS)