JUEVES – SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Flp 3, 3-8 / Sal 104 / Lc 15, 1-10)

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio…” con estas palabras del Señor nos preparábamos a la escucha del Evangelio de este día, mismas que deberían llevarnos a cuestionarnos qué tan dispuestos estamos para recibir el alivio del Señor ¿Le dejamos que se involucre en aquello que nos agobia o fatiga?

El domingo comenzábamos nuestra reflexiones semanales con la figura de Zaqueo que hace todo lo que está a su alcance para conocer a Jesús, ignora a todo aquello que le impide acercarse y se sube a un árbol. Tu y yo decimos conocer ya a Jesús y haber experimentado su misericordia ¿qué tanto se nos nota? ¿Sigue produciendo esto cambios en nuestras vidas?

En el Evangelio Jesús con las parábolas de la oveja y de la moneda perdidas nos recuerda la voluntad que Dios tiene de encontrarse con nosotros, de que nos dejemos de esconder y nos dejemos impresionar por su amor. Si nos sentimos perdidos, seguro que nos está buscando. Hasta nos anima diciendo: “Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse”. Podemos ser motivo de fiesta.

Pidamos a Dios Padre que por medio del Espíritu Santo nos ayude a reconocer la grandeza de su amor por nosotros y su deseo porque nosotros estemos bien, de tal manera que esta experiencia nos lleve a valorar más la obra del Señor y añorar nuestro encuentro con Él. Poder decir cómo San Pablo: “Más aún, pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor he renunciado a todo, y todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo”.

(P. JLSS)

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