(Is 25, 6. 7-9 / Sal 129 /1 Tes 4, 13-14. 17-18 / Jn 6, 51-58)

La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; «pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados» (2 M 12, 46)»» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor. (CCE 958).

Esta conmemoración nos recuerda que “si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que murieron en Jesús, Dios los llevará con él, y así estaremos siempre con el Señor.” Además nos lleva a recordar que podemos auxiliar a nuestros hermanos que por alguna razón pudieran haber muerto con necesidad de purificar algo.

Si creemos en Jesucristo, confesamos que “tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.” Y que no ha envidado a su hijo al mundo para condenarlo, sino para que se salve por su medio, apeguémonos únicamente a Él y busquemos vivir en su Gracia.

Por eso hoy pidamos a Dios la capacidad de esforzarnos por vivir siempre unidos a Él, anhelando alcanzar la Gloria y pidamos por todos aquellos hermanos nuestros que necesiten de nuestra ayuda para alcanzar la contemplación de Dios. Dales Señor el descanso eterno, que luzca para ellos la vida eterna. Que descansen en Paz, así sea. Su alma y el alma de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Así sea.

(P. JLSS)