(Mal 3, 13-20 / Sal 1 / Lc 11, 5-13)

“Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en malos pasos ni se burla del bueno, que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos.” Ayer escuchábamos como puede llegar a ser la actitud del hombre ante la misericordia de Dios, mientras que Dios nos mira como hijos los demás pueden vernos con recelo o resentimiento.

La actitud de Dios frente a nosotros es como la de un padre siempre compasivo con sus hijos, es por ello que Jesús nos pide que nos mostremos nosotros tambien compasivos con los demás (cf. Sal 103, 13; Lc 6, 36) ¿Reconocemos esta generosidad en nuestras vidas?

Quien no es capaz de reconocer la generosidad de Dios en su vida menos lo hará en la de los demás y corre el riesgo de desanimarse frente al primer acontecimiento difícil de comprender, incluso puede llegar al pensar como en la primera lectura: “No vale la pena servir a Dios. ¿Qué hemos ganado con guardar sus mandamientos o con hacer penitencia ante el Señor de los ejércitos?”

Nosotros no tenemos un Dios desconocido (Cf. Hch 17, 23), nosotros le conocemos y conocemos el amor que nos tiene por nuestro Señor Jesucristo (cf. 1Jn 4, 16-18), no nos dejemos desanimar por nada, recordemos que Él es nuestro Padre, acerquémonos con la confianza de ser sus hijos. «Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre.”

(P. JLSS)