(2Cor 3, 15-4, 1. 3-6 / Sal 84 / Mt 5, 20-26)

Hemos venido repitiendo que nosotros debemos fundamentar nuestra vida de fe en el amor que se nos ha manifestado en Jesucristo, de allí la importancia de las palabras de Jesús: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.”

Los escribas y fariseos buscaban agradar a Dios por el mero cumplimiento de la ley y nada más. La novedad de Jesús radica en la superioridad de la caridad sobre cualquier otra cosa, de nada sirve que procures quedar bien con Dios si te olvidas del amor al prójimo (cf. Mt 22, 34-40).

Si el amor al prójimo te parece difícil, hay que tener presentes las palabras de San Pablo a los corintios “Y si nuestro Evangelio permanece velado, eso es solamente para los que se pierden, pues por su incredulidad, el dios de este mundo les ha cegado el entendimiento, para que no vean el resplandor glorioso del Evangelio de Cristo, que es imagen de Dios.”

Dejemos pues que el Espíritu Santo nos ilumine, procuremos que el amor de Dios sea el que inspire nuestras acciones y el amor al prójimo no será algo gravoso sino una consecuencia del amor recibido. Jesús manso y humilde de corazón, danos un corazón semejante al tuyo.

(P. JLSS)