(Hch 18, 1-8 / Sal 97 / Jn 16, 16-20)
“Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría…” con estas palabras el Señor quiere preparar a sus discípulos a no dejar que el escándalo de la cruz les atemorice, les invita a aguardar pacientemente el gozo de la Resurrección.
Tras la gloriosa Resurrección del Señor deberíamos exclamar las palabras del Salmo: “El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel”, en la Cruz ha quedado patente la firme convicción del Señor por nuestro bien.
Hemos escuchado en la primera lectura, cómo san Pablo descubre que su llamado a evangelizar era a los paganos, nos dice la palabra que “cada sábado Pablo discutía en la sinagoga y trataba de convencer a judíos y griegos”, sin embargo, quienes se cerraban al Evangelio eran los judíos y por soberbia le rechazaban e insultaban, llevándole a concluir, “que la sangre de ustedes caiga sobre su propia cabeza: yo soy inocente. De ahora en adelante, iré a hablar a los paganos.”
El Señor no nos ha dejado desamparados, nos ha enviado al Espíritu Santo para transformarnos completamente, pidámosle que ningún miedo e incertidumbre nos haga cerrarnos a su acción. Hoy que recordamos a san Felipe Neri, se me viene a la mente una frase suya «el que huye de una cruz, encontrara en su camino otra más pesada».
(P. JLSS)
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