(Hb 7, 23-8, 6 / Sal 39 / Mc 3, 7-12)

“Jesucristo tiene un sacerdocio eterno, porque él permanece para siempre. De ahí que sea capaz de salvar, para siempre, a los que por su medio se acercan a Dios, ya que vive eternamente para interceder por nosotros.” Que hermoso sería si no permitiéramos que nada nos hiciera dudar de esta verdad, él intercede por nosotros.

“Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.” Dejemos que el resplandor de su gloria nos ilumine, la buena noticia implica tener la certeza de que el Señor: «No se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino» (Cf. Prefacio de la Ascensión).

Así que, quienes creemos en él, no debemos darnos el lujo de tener un pensamiento derrotista ni de personas abandonadas, nuestro Dios esta al pendiente de nosotros y está dispuesto a ayudarnos siempre, hemos escuchado en el Evangelio como aun en medio de las multitud Jesús permanece fiel a su misión, procurando «el secreto mesiánico».

Pidamos a Dios que acreciente nuestra fe en Jesucristo, Él es nuestro Salvador, hacia Él deben ir orientadas nuestras vidas y labores, el milagro más grande ya lo ha realizado y eso es nuestra salvación y esperanza en la vida eterna, todo lo demás es secundario. Espíritu Santo líbranos de toda espiritualidad cargada de sentimentalismo, haz que nuestra fe madure y se fundamente en Jesucristo, nuestra esperanza.

(P. JLSS)