(Jer 17, 5-10 / Sal 1 / Lc 16, 19-31)

El día de la Transfiguración quedó de manifiesto que en el Evangelio de Jesucristo se resumen toda la ley y los profetas, para quienes queremos ser fieles a Dios debería bastarnos el infinito amor que se nos ha manifestado en el misterio de nuestra redención.

Nuestra esperanza es la vida eterna, poder alcanzar estar al lado del Señor. San Pablo incluso invita a los romanos a vivir alegres en la esperanza, constantes en la oración (cf. Rm 12, 12) cuando se presenta la dificultad ¿en quien ponemos nuestra confianza? ¿En los hombres o en Dios?

Escuchemos hoy las palabras del profeta que nos invita nuevamente a confiar mucho más en Dios que en cualquier otra cosa o persona. El rico del Evangelio, confió tanto en las riquezas que se olvidó del necesitado que vivía junto a Él, quien confía más en lo humano se pierde, quien confía en Dios “Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.”

Prestemos mayor atención a la palabra de Dios y dejémonos interpelar por ella, no vaya a ser que se nos pudiera referir lo mismo que al personaje de la parábola: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto…” Cristo resucitó por ti y por mi ¿aún te dejas motivar por él?

(P. JLSS)