DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Sir [Eclo] 3, 19-21. 30-31 / Sal 67 / Hb 12, 18-19. 22-24 / Lc 14, 7-14)

La temática de la semana pasada la podríamos sintetizarla como «perseverar en la búsqueda de nuestra salvación», no cesar en ello ni conformarnos con lo mucho o poco que conozcamos de Dios. Hoy se nos invita a la prudencia, a la humildad y a evitar cualquier tipo de jactancia.

El orgullo, decía el papa Francisco en una de sus audiencias, es la actitud más peligrosa de toda vida cristiana. «Es la actitud de quien se coloca siempre ante Dios creyendo que las cuentas con Él están en orden. El orgullo siempre piensa que está bien” ¿reconoces con claridad aquello que necesitas cambiar? Y frente a ello ¿qué haces al respecto?.

Se trata de obedecer a Jesús, de hacer caso a sus palabras: “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón…” tomar su yugo significa cargar y dejarle cargar con nosotros; aprender de Él implicaría poner mayor empeño en ayudar a los demás con sus cargas antes que andar de creyéndonos más que los demás.

Pidámosle a Dios Padre que nos ilumine para poder reconocernos salvados, nunca creernos más que nadie y que el Espíritu Santo nos ayude para tener claridad en aquello que debemos dejar que Jesús cargue con nosotros, es decir, aquello que nos hace falta cambiar y estar dispuestos a permitirle que nos lo cambie. Ubiquémonos en nuestro lugar y dejémosle actuar en nuestras vidas.

(P. JLSS)

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