(Is 7, 10-14 / Sal 23 / Rm 1, 1-7 / Mt 1, 18-24)

Tras la meditación de la semana pasada acerca del testimonio que debemos dar, no como obligación sino como correspondencia al amor recibido hoy, cuarto domingo de adviento, la invitación que es a esperarle como la luz que viene a iluminar todas nuestra oscuridad.

Como ejemplos de esta espera hecha desde la confianza, hoy se nos presentan a San José y a la Virgen María, ambos tuvieron que superar muchas «oscuridades», María dejó de lado todas las consecuencias que su decisión le podría traer socialmente; San José tuvo que superar también sus criterios y pensamientos para dejarse iluminar por Dios.

Siempre me ha llamado la atención que Dios aproveche cuando José se duerme para hablarle: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados…” cuántos ruidos debe haber habido en esa cabeza.

¿Qué dificultades hay en tu vida para aceptar la llegada de Dios a ella? No imites a Ajaz quien por falta de fe es sarcástico frente a Isaías, nosotros hemos reconocido el amor que Dios nos tiene, es más sabemos que somos sus hijos. Pidámosle que nuestros miedos nunca limiten el cumplimiento de su voluntad en nuestras vidas y que aumente nuestra fe para permanecer en la serenidad de su cercanía.

(P. JLSS)