Domingo de la Palabra de Dios
(Neh 8, 8, 2-4. 5-6. 8-10 / Sal 19 / 1 Cor 12, 12-30 / Lc 1, 1-4. 14-21)

La semana pasada reflexionamos sobre acerca de lo que puede suceder en nuestras vidas si le permitimos al Señor actuar en ellas con libertad, como lo «insípido de ellas» puede transformarse en algo alegre. Hoy la liturgia nos invita a recordar que, como decía san Jerónimo (Traductor de la Vulgata): «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).

Buscando que nuestro acercamiento a la Palabra de Dios no se limite solamente a lo que se escucha en misa, el 30 de septiembre de 2019, en memoria litúrgica de San Jerónimo, el Papa Francisco estableció «que el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la reflexión y divulgación de la Palabra de Dios» (Cf. Aperuit Illis, 3).

En una sencilla frase que Jesús dice en el Evangelio queda patente el dinamismo de la Palabra de Dios, cuando el Señor dice: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que acaban de oír”, «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hb 4, 12). ¿Acudes a ella cuando necesitas tener claridad?

Todos formamos parte de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, todos tenemos el lugar que el Señor nos ha querido dar, como escuchamos en la segunda lectura, por lo que no debemos angustiarnos buscando puestos o lugares «honoríficos» ¿Qué mayor honor que ser bautizados y formar parte de la Iglesia? Que nos alegre pertenecer a Cristo, ser hijos de Dios y que el Espíritu Santo nos impulse para que crezca en nosotros el hábito de acudir a la Sagrada Escritura, no como una herramienta para debatir, sino como lo que es, la palabra de Dios que quiere obrar en nosotros (Cf. 1 Tes 2, 13).

(P. JLSS)