(Is 50, 4-7 / Sal 21 / Flp 2, 6-11 / Mc 14, 1 – 15, 47)

Este domingo conmemoramos la entrada a Jerusalén de Nuestro Señor Jesucristo, con ello iniciamos la Semana Santa, y nos hemos asociado a aquellos que “le seguían gritando vivas: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo”. ¿Con qué actitud sigo al Señor? ¿Cómo comienzo esta Semana Santa?

El Señor entra a Jerusalén con la firme intención de redimirnos de todos nuestros pecados, entra para hacernos libres de toda esclavitud. Nosotros debemos detenernos a pensar qué tan dispuestos estamos a recibir su gracia y su amor, o si vamos a ser de aquellos que el domingo le lanzan vivas y el viernes le escupen cuando carga con la cruz.

¿Tu espiritualidad es triunfalista o madura? En la pasión del Señor debemos reconocer un estímulo para nuestro perseverar, Jesús vino a ofrecernos vida en abundancia, y sabía el valor de su sacrificio, por ello lo aceptó confiado en Dios y su amor. Pensando en nuestra libertad «Ofreció la espalda a los que le golpeaban, la mejilla a los que le tiraban de la barba. No apartó su rostro de los insultos y salivazos…»

“Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.” ¿Permitirás que la fuerza de su amor te invada o serás simplemente un espectador del sacrificio del Señor?

(P. JLSS)