(2Pe 1, 16-19 / Sal 96 / Mc 9, 2-10)
El porque celebramos esta fiesta este día no es tan importante, si bien es cierto se viene celebrando desde muy antiguo, Dios se valió de una victoria de una batalla para que esta fiesta se extendiera en toda la Iglesia, este día celebramos al Señor que en su manifestación gloriosa ilumina nuestra esperanza.
Es interesante que a quienes se les manifestó glorificado también les permitió verle en agonía en el Getsemaní, iluminando así nuestro sufrimiento que si bien es cierto puede desconcertarnos, también es cierto que el misterio de la Transfiguración fortalece nuestra esperanza porque el triunfo del Señor nos asegura nuestro triunfo sobre todo mal si permanecemos unidos a él.
Pedro da testimonio de este suceso en su carta cuando dice: “En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: «Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco»”, a veces nos toca sufrir las consecuencias del mal del mundo y es en estos precisos momentos en los que debemos acudir al Señor y dejar que nos auxilie, conscientes de que nos comprende.
En la vida espiritual hay momentos de mucho gozo, pero también momentos de desierto, desolación y tristeza, allí debemos dejar que retumben en nosotros las palabras del Padre y esforzarnos por escuchar a Jesucristo antes que a cualquier otras voces. Sólo en él encontraremos la respuesta a todas nuestras interrogantes. Acudamos a él y no le hagamos tanto caso al miedo.
(P. JLSS)
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