(2Re 1-4. 9-18. 20 / Sal 131 / Mt 6, 19-23)
¿Tienes claridad en qué es aquello que podría considerarse tu tesoro? Entendiendo esta idea como aquello a lo que no estamos dispuestos a renunciar por Dios. Si Dios es nuestra riqueza deberíamos procurar aumentar en nosotros su presencia, poseerle más.
Atalía por no perder su tesoro, el poder temporal, fue capaz de matar a toda la familia real, tal como hizo el rey Herodes con los niños y como hace todo aquel que no quiere cambiar nada ni está dispuesto a abandonar aquello que es consciente que debe, ignorará todo con tal de no hacerlo, por más injusto o malo que sea.
En el Salmo se nos recordó la promesa del Señor: “Si tus hijos son fieles a mi alianza y cumplen los mandatos que yo enseñe, también ocuparán sus hijos tu trono para siempre”, que en la historia de Joás también queda claro, no importa cuánto retrase la voluntad de Dios el mal, su voluntad se cumplirá. No debemos dejarnos engañar.
Pidamos a Dios mayor docilidad al Espíritu Santo para no permitir que nada nuble nuestra esperanza, Jesucristo debe ser nuestro horizonte en toda actividad que realicemos. “Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!” no permitamos que el miedo nos gobierne, contamos con Dios de nuestro lado.
(P. JLSS)
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