(Is 49, 8-15 / Sal 144 / Jn 5, 17-30)
Dejarnos impulsar por la gracia del Señor siempre nos llevará a puerto seguro, permanecer fieles a esta fuerza nos hará capaces de vencer toda amenaza y supuesto poder, todo radicará en nuestra docilidad a este poder que por fe sabemos que nos hace capaces de vencer hasta la muerte.
“Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre…” esas palabras deben resonar en nuestro interior siempre para no andar de temerosos ante cualquier cosa, en Jesucristo ya nos ha demostrado la magnitud de su amor y debemos vivir conforme a esta realidad en nuestras vidas.
“El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.” ¿Qué nos falta para aceptar en nuestras vidas esta realidad? ¿Por qué desconfiar de lo que debe ser en nosotros un motor y el fundamento de nuestra fe?
Padre Santo ayúdanos a ser capaces de reconocer que somos destinatarios de tu amor, que nada nos haga dudar de ello y vivamos gozosos de tal manera que nuestras vidas anuncien las palabras del profeta Isaías: “Griten de alegría, cielos; regocíjate, tierra; rompan a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y tiene misericordia de los desamparados.”
(P. JLSS)
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