JUEVES – SEMANA III DE ADVIENTO

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(Sof 3, 14-18 / Sal 32 / Lc 1, 39-45)

Tras la anunciación y descubrir la acción de Dios en Isabel, María acude presurosa a ayudar, quien se ha encontrado con Jesús debe reconocer en el otro alguien que merece tener también ese encuentro, podríamos decir que imperante, eso mismo experimentó Pablo (Cf. 1Cor 9, 16-18)

Hoy que aclamaos al señor con la antífona siguiente, «Oh Amanecer, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte». Nos invita a reconocer que por más grande que sea la oscuridad basta una pequeña chispa para acabar con ella, Cristo no es una pequeña chispa, Él es la luz del mundo (cf. Jn 8, 12)

Si estás pasando por un momento de dificultad o de oscuridad, escucha al profeta Sofonías: “No temas, Sión; que no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti. Él se goza y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta…” Cristo nos ha demostrado que Dios nos ama infinitamente, no prestemos mayor atención a lo negativo.

Así como Isabel y Juan Bautista al recibir a María y al niño Jesús quedaron llenos del Espíritu Santo, dejémonos impresionar nuevamente por la cercanía de Dios y pidámosle al Santo Espíritu que fortalezca nuestra esperanza y genere en nosotros la certeza de que “los proyectos de Dios duran por siempre; los planes de su amor, todos los siglos. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor; dichoso el pueblo que escogió por suyo.” Dejemos que su luz ilumine toda oscuridad de nuestras vidas «porque si lo que en nosotros debería ser luz, no es mas que oscuridad ¡Que negra será tu propia oscuridad!» (Mt 6, 23).

(P. JLSS)

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