(Hch 5, 34-42 / Sal 26 / Jn 6, 1-15)
Este día nos convendría cuestionarnos acerca de nuestra confianza en Dios, si está fundamentada en la conciencia de su poder y de su misericordia; ya que “no sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios” ¿Cómo está tu confianza en el Señor?
Este tipo de cuestionamientos nos deben surgir tras escuchar frases como las del Salmo de este día: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”, y confrontarlas precisamente con todo aquello que nos esté atemorizando o quitando la paz en estos momentos.
Los apóstoles, una vez que recibieron el Espíritu Santo, se preocuparon solamente por hacer aquello que el Señor que les había encargado: dar testimonio de su fe. Este testimonio no lo dieron solamente desde una tribuna sino en todos lados, Dios se encargo de hacer el resto. Hoy escuchamos como Gamaliel advierte a los miembros del Sanedrín a «no exponerse a luchar contra Dios».
Existen muchas situaciones en nuestra vida que escapan de nuestra comprensión, muchas situaciones en las cuales pareciera que el Señor nos hace las mismas interrogantes que a los apóstoles antes de la multiplicación de los panes: «¿Como compraremos pan para que coman éstos?», donde la respuesta que tenemos que debemos dar es: «tú dinos qué hacer»… hasta el momento en que los apóstoles ponen su necesidad en manos de Dios es que contemplan la multiplicación. Pongamos en manos del Señor todo lo que nos aqueja. Él puede, con lo que pasa nosotros es una pequeñez, saciar a una multitud.
(P. JLSS)
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