(Hb 4, 12-16 / Sal 18 / Mc 2, 13-17)

“No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”. Grabemos en nuestros corazones esta frase del Señor, Él tenía claro quienes lo necesitamos. ¿Te consideras necesitado de la misericordia de Dios?

Hago la pregunta anterior, porque si bien es cierto que el Señor sabe que le necesitamos, nosotros debemos aceptar que tenemos esa necesidad para acudir en busca de su ayuda; es como con el médico, uno acude a él cuando quiere curarse, mientras no acepte la enfermedad buscara sólo quitar síntomas.

El Señor continuamente nos está llamando a su lado, para que tengamos una vida más plena, pero somos nosotros quienes muchas veces preferimos permanecer en aquello que sabemos que no nos conviene, sólo por miedo al cambio. Permitamos que su Palabra actúe en nosotros, ella que “es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. Llega hasta lo más íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.”

Reconociendo dónde necesitamos cambiar y la misericordia del Señor que quiere curarnos de ello, “acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza, al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.” Mientras cobraba impuestos Leví escuchó a Jesús y le siguió, hoy el Señor te llama, en medio de lo que estés haciendo ¿Le seguirás? O ¿Qué te da miedo soltar?

(P. JLSS)