(Flp 3, 17-4, 1 / Sal 121 / Lc 16, 1-8)
“Vayamos con alegría al encuentro del Señor…” estas palabras deben ser nuestro mayor estímulo para esforzarnos en nuestra vida de fe, vivir de tal manera el amor de Dios que se acreciente en nosotros el deseo de estar junto al Señor ¿cuán grande es nuestra esperanza?
Se trata de reconocer que somos amados por Dios y le pertenecemos, como dice san Pablo: “nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro Salvador, Jesucristo.” Por lo que nos debemos comportar como quien desea volver a su hogar.
Eso implica también esforzarse para alcanzar a llegar a allí, administrar el amor que tenemos y poseemos de tal manera que nos preocupe más compartir este don que se nos ha dado que el cumplimiento de rúbricas o reglas.
El Espíritu Santo nos da la capacidad de priorizar la caridad ante cualquier cosa, pidamos a Dios que nos de la habilidad de lograr comportarnos como hijos de Dios, no como obligados sino correspondiendo al amor. Eso se nos ha dado en abundancia, administrémoslo abundantemente.
(P. JLSS)
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