(1Tim 6, 2-12 / Sal 48 / Lc 8, 1-3)
Una característica de quien cree en Jesucristo debe ser el agradecimiento y la sencillez, porque después de conocer el amor que Dios nos tiene y que nos ha manifestado con él, no nos debe restar más que agradecerle y repetir las palabras del Señor: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.”
San Pablo después de dar una serie de recomendaciones a Timoteo, hace una distinción entre el hombre de Dios y los que se están dejando sucumbir por el demonio, estos últimos se distraerán con discusiones vanas que no conducen a Dios y se entretendrán con la avaricia. Los hombres de Dios, por su parte, han de «llevar una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Luchar en el noble combate de la fe, esforzarse en conquista la vida eterna, a la que han sido llamados.”
Hay gente que no disfruta lo que tienen por estar piense y piense en lo que les falta, éstos deben prestar atención en las palabras del apóstol: “Los que a toda costa quieren hacerse ricos, sucumben a la tentación, caen en las redes del demonio y en muchos afanes inútiles y funestos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se han desviado de la fe y se han visto agobiados por muchas tribulaciones.” De nada sirve acumular si no se atreverán a disfrutar.
Entre el grupo de los seguidores de Jesús nos dice el Evangelio que habían unas mujeres que habían sido curadas y liberadas de algunos demonios, sin embargo tras la acción de Jesús ya no necesitaron lamentarse por su pasado, sino disfrutar de su presente con el amor y la gracia, esa es nuestra mayor riqueza, un Dios que nos ama y jamás nos abandona. No pongamos nuestra corazón en lo material (cf. Mt 6, 19-21)
(P. JLSS)
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