(2Cor 10, 17-11, 2 / Sal 148 / Mt 13, 44-46)

Hoy celebramos la fiesta de Santa Rosa de Lima, quien es la Patrona de América Latina, por ser la primer persona canonizada del continente americano. De ella podemos aprender lo valiosa que es nuestra esperanza y la necesidad de fortalecer este don.

Todos los santos manifiestan en su vida el cumplimiento de las palabras del Señor: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.” ¿Qué estás dispuesto(a) a dejar por alcanzar el Reino de Dios?

Se trata de reconocer la misericordia de Dios y comportarnos como «misericordiados», como personas en las que se ha ejercido misericordia, como dice san Pablo: “Si alguno quiere enorgullecerse, que se enorgullezca del Señor, porque el hombre digno de aprobación no es aquel que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba.” Es decir, no echar la gracia en saco roto.

El primer paso para llegar a ser santos es reconoce y aceptar el amor que Dios nos tiene, después preguntarnos cómo unir nuestro día a día con su amor y hacerlo. Conforme el amor vaya actuando en libertad en nosotros, se comenzará a manifestar la acción de Dios. No nos desesperemos. “Permanezcan en mi amor. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.”

(P. JLSS)