(Nah 2, 1. 3; 3, 1-3. 6-7 / Dt 32 / Mt 16, 24-28)

Tras anunciar su pasión y reprender a Pedro por dejarse distraer por sus criterios en lugar de aceptar la voluntad del Padre, Jesús lanzará a sus discípulos la enseñanza acerca de la presencia de la cruz y como debe aceptarse esto, por mas injusto que pudiera parecernos.

En la primera lectura también se nos narra algo semejante Judá que permaneciendo fiel a Dios recibirá la paz, Nínive no, esto no por injusticia de Dios sino porque prefirió seguir sus propios criterios, haciendo a un lado a Dios, poniendo del lado del enemigo invasor, podríamos decir que prefirieron pasarla bien que permanecer fieles.

De acuerdo a la importancia que le demos a alguna meta será la intensidad del esfuerzo que estemos dispuestos a realizar para alcanzarlo. De allí que vuelve a ser necesario que respondamos quién es Jesús para nosotros, solo así aceptaremos su invitación: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará.”

Padre ayúdanos a tener presente tu grandeza, el amor que nos tienes y tu misericordia, danos la gracia de valorarlo cada vez más para que nada nos engañe ni atemorice soltar por saber que la fidelidad a ti es más valiosa que cualquier otra cosa en el mundo. “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?”

(P. JLSS)