(1Re 11, 29-32; 12, 19 / Sal 80 / Mc 7, 31-37)
¿Te alegras por la acción de Dios en tu vida o ya te acostumbraste a contar con él y su cercanía? En el Evangelio se nos narra como la fama de Jesús no estaba fundamentada en la teoría sino en su obra, “todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»”.
Nuevamente nos encontramos en el Evangelio con «el secreto mesiánico», Jesús queriendo opacar toda euforia mesiánica exacerbada que en lugar de acercar a él alejara de su misterio y persona. Por ello pidamos a Dios que abra nuestros corazones para que aceptemos las palabras de su Hijo.
Salomón dejo de lado la sabiduría que Dios le había concedido por agradar a sus mujeres, por dejarse distraer por cuestiones secundarias, por dejar de poner atención en Dios y poner en otro lugar su corazón. Hay que estar atentos para no caer en algo semejante ¿existe algo que pueda estar distrayendo tu fe?
Escuchemos las palabras del salmo, como un llamado personal que se nos hace a cada uno de nosotros: “¡Ojalá que mi pueblo me escuchara y cumpliera Israel con mis mandatos! Yo, al punto, humillaría a sus enemigos y sentirían mi mano sus contrarios.” Dejemos de lado tanta cosa secundaria que sólo nos aleja de Dios (y que somos conscientes de que así es), prestemos más atención a su voz, sólo allí encontraremos la Verdad.
(P. JLSS)
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