Fiesta de la Santa Cruz
(Flp 2, 6-11 / Sal 77 / Jn 3, 13-17)

Hoy celebramos la Santa Cruz, antes de la reforma litúrgica existían dos fiestas en torno a la Cruz, la homónima y la del “hallazgo de la Santa Cruz”, que se celebraba el 3 de mayo, y cuya devoción estaba muy arraigada en nuestro pueblo y por eso se respeta en nuestro país esta fecha. No se celebra el instrumento de tortura del Señor, recordamos la magnitud de amor que se puso de manifiesto en éste.

En este tormento vemos el culmen del anonadamiento del Señor, en este misterio podemos comprender con mayor profundidad las palabras de san Pablo a los filipenses: “Cristo Jesús, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo… se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.” Esa es la cantidad de amor que Dios nos tiene.

No le saquemos la vuelta al sufrimiento, ni a la dificultad, ni a la muerte, nosotros tenemos el antídoto a todo mal, basta que volteemos al crucifijo para recordar cuál es este remedio, en él reconocemos cumplidas las palabras de Jesús : “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.” (Leamos Nm 21, 4-9, para comprender mejor estas palabras de Jesús).

Tener presente la imagen del Señor crucificado es para nosotros un recordatorio del inmenso amor de Dios, cuando venga el sufrimiento y le miramos entendemos que él también nos comprende, que sabe lo que es el sufrimiento y nunca nos desampara. “No olvidemos las hazañas del Señor”. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

(P. JLSS)