(Os 11, 1. 3-4. 8-9 / Is 12 / Ef 3, 8-12.14-19 / Jn 19, 31-37)

Celebrar el Sagrado Corazón de Jesús no se refiere al órgano vital de Jesús, no se trata de algo anatómico o fisiológico, con esta fiesta celebramos el amor de Dios y su deseo de nuestro bien, el que siempre está al tanto de nosotros y nos proporciona todo lo que necesitamos para estar bien.

Mientras estaba crucidicado, nos dice Juan que el vio que no le quebraron ningún hueso sino que “al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.” De esa corazón traspasado emanan para nosotros todas las gracias de Dios, aceptémoslas.

San Pablo, siempre tiene presentes sus pecados, sin embargo no deja que estos limiten la acción de la misericordia de Dios en su vida, “A mí, el más insignificante de todos los fieles, se me ha dado la gracia de anunciar a los paganos la incalculable riqueza que hay en Cristo, y dar a conocer a todos cómo va cumpliéndose este designio de salvación, oculto desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.” sus limitaciones ayudaban a reconocer que no se trata de perfección sino de abandono a la misericordia.

Traigamos a nuestras mentes nuestro pecados y reconozcamos que aún allí, en medio de los mismos, Dios nos está amando. Dejemos que el amor de Dios nos invada “así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.” Amor de Dios, en ti confío.

(P. JLSS)