(Is 29, 17-24 / Sal 26 / Mt 9, 27-31)

Cuando escuchas las palabras del salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?” ¿Qué sentimientos se despiertan en tu interior? ¿Eres capaz de sentir estas palabras como tuyas?

Es muy interesante cómo Isaías nos dice, refiriéndose a la era mesiánica, “Ya no se avergonzará Jacob, ya no se demudará su rostro, porque al ver mis acciones en medio de los suyos, santificará mi nombre…” pensar en la encarnación del Señor debería provocar en nosotros glorificar a Dios por su inmenso amor ¿si lo hace?

Si en estos momentos existe en tu vida, en tu interior, algo que te esté haciendo dudar pídele a Dios que venga a tu vida y que cuando venga le aceptes y creas en su poder. Qué pasaría si el Señor te respondiera cómo hizo con los personajes del Evangelio: «Que se haga en ustedes conforme a tu fe» ¿te curarías o no?

Por eso hoy, dentro de esta semana en la que estamos reflexionando acerca de nuestra necesidad de estar vigilantes para reconocer tu llegada a nuestras vidas, te pedimos que nos des la fe que necesitamos para abandonarnos a la acción de tu amor y de tu gracia, en el fondo esa es nuestra mayor necesidad, reconocer la inmensidad de tu amor por nosotros.

(P. JLSS)