(Is 52, 13-53 / Sal 30 / Hb 4, 14-16. – 5, 7-9 / Jn 18, 1-19, 42)
“Todo se ha cumplido” con estas palabras Jesús entrega su espíritu, antes de morir deja claro que no se ha reservado nada para sí sino que se ha entregado completamente por nuestra Salvación y nos brinda todas las gracias que necesitamos si creemos en Él y aceptamos lo que ofrece.
El autor de la carta a los Hebreos, nos recuerda otra cosa maravillosa: “no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado”, ninguno de nosotros puede decir que el Señor no le entiende por el misterio de la cruz.
“A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.” Su docilidad y obediencia a la voluntad del Padre nos alcanzó la salvación, ahora a nosotros nos toca imitarle con plena confianza en su poder.
Este día recordamos la magnitud del amor de Dios, que es inversamente proporcional a la injusticia, la saña y el mal que le hicieron a nuestro Señor… el inocente por los culpables para conducirnos a Dios (cf. 1Pe 3, 18) dejemos que este misterio nos envuelva y destruya todos esos muros que hemos creado por nuestros propios prejuicios, olvidándonos de su misericordia.
(P. JLSS)
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