(Jer 7, 1-11 / Sal 83 / Mt 13, 24-30)
“Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos…” a estas palabras de la carta del apóstol Santiago (1, 21) que escuchamos en la aclamación, me gusta agregar «y aguardar con pacientemente sus frutos». Esta última parte a veces se nos olvida, las plantas no crecen de forma instantánea.
Hay situaciones en nuestra vida, errores cometidos, culpas, etc. que pudieran hacernos dudar de lo que Dios obrado en nosotros, sin embargo quienes hemos experimentado su misericordia y conocido su amor sabemos que a quienes le amamos «todo aprovecha (ayuda para nuestro bien)» (Rom 8, 28).
Por ello debemos evitar interpretar la realidad de manera burda o primaria y considerar siempre la gracia y el amor de Dios, porque no hacerlo será la raíz para muchas cosas negativas: como malas interpretaciones de la opinión de Dios sobre nosotros y/o como justificante para malas acciones.
El la primera lectura se le reprocha al pueblo recordar a Dios solo en el templo y saliendo del mismo olvidarse, en el Evangelio se nos demuestra la paciencia que Dios nos tiene y la oportunidad permanente que nos da para cambiar. Abandonémonos a su amor confiados en que tarde o temprano reconoceremos sus frutos. Es en el momento oportuno no cuando queramos según nuestros criterios.
(P. JLSS)
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