(1Tim 6, 13-16 / Sal 99 / Lc 8, 4-15)

“Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño…” sigamos la invitación que nos hace el salmo porque del reconocimiento viene la gratitud y de la gratitud la seguridad ¿eres agradecido con Dios? ¿Cómo está tu fe en estos momentos?

Todos hemos escuchado muchas veces la parábola del sembrador que salió a sembrar su semilla, pero no sé qué tanto habremos reflexionado sobre la clase de terreno que le estamos ofreciendo a esa semilla que el Señor ha sembrado en nuestro interior ¿estamos dejando que dé fruto?

No permitamos que nada nos distraiga, pidámosle al Espíritu Santo que nos libre de todo miedo o desconfianza, que su poder se manifieste en nosotros y así aguardar pacientemente el cumplimiento de las palabras del Señor: “Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero y perseveran hasta dar fruto.”

Ya por terminar su primer carta a Timoteo, San Pablo le da la última exhortación directa: “te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a su debido tiempo Dios, el bienaventurado y único soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él todo honor y poder para siempre.” No es una orden basada únicamente en jerarquías humanas, sino en presencia de Dios y del ejemplo de Jesucristo que siempre fue fiel a Dios. Tengamos nuestra mirada puesta sólo en Dios.

(P. JLSS)